🎬Las compañias de Logistica frente al Coronavirus / Logistic companies face of the Pandemic 🎬🚀✈💺🚂🚊🚛
19 mayo, 2020La información y comunicación agrolimentaria post COVID-19
5 junio, 2020
Volver a lo Rural: Volver a los orígenes
La Fundación Europea para la Innovación , organiza el próximo miércoles , 27 de Mayo a las 17,00 hs (CEST) el webinar #AgrifoodBeatsCoronavirus que lo decdicaremos a «Volver a lo #rural tras el #COVID-19″ violver a lo esencial, con la presencia en director del Ministro de Agricultura , pesca y Alimentación, Luis Planas, con Manuel Campo Vidal, además de los Presidentes de Extremadura , Guillermo Fernandez Vara, El Presidente de Cantabria, Miguel Angel Revilla, y el de Castilla León, Alfonso Fernández Mañueco, y con la Presidenta de la Diputación de Palecia y Presidenta de la Federación de Municipios de Castilla León, Angeles Armisen, el Presidente de la Diputación de Granada , José Entrena, la Directora General de Medio Rural, Innovación del Ministrio de Agricultura, Isabel Bombal, y los influencers Marc Vidal Kike Calleja, Alfonso Alcantara, Jose Antonio Rodríguez Salas , Isidro Laso, de la Comisión Europea, Fernando Ojeda CEO de Eurona, Francisco Galvez, CEO del Rural Innovation Hub , Francisco Martin, CEO de Territorio Emprendimiento, y Noemi Barrientos de Leon Startups. Un cartel de lujo.
La despoblación y la repoblación Post COVID-19
España se caracteriza por ser un país cuya población «se encuentra relativamente concentrada en grandes áreas metropolitanas y con un proceso de urbanización más avanzado que en Europa». Así, las áreas urbanas representan un 23 por ciento del territorio, «concentran más del 60 por ciento de la población y producen casi el 70 por ciento del PIB. En nuestro país un 11,6 por ciento de la superficie concentran más de seis de cada diez afiliados a la Seguridad Social. En cuanto al conjunto de la población, un 62,6 por ciento vive en las ciudades.
Nueve provincias españolas, las que albergan las ciudades más grandes y tienen la mayor densidad demográfica, concentran el 71% del empleo en sectores TIC y el 60% de las patentes.
Estas nueve provincias, situadas en el estrato o quintil formado por el 20% de las provincias donde más pesan las aglomeraciones urbanas de alta densidad, suponen el 44,5% de la población española y el 50,7% del PIB, pero albergan el 71,1% de la población ocupada en sectores de las tecnologías de la información y la comunicaciones (TIC) y reúnen el 60,5% de la concesión de patentes en España», detalla el trabajo de la Fundación BBVA. «También su peso en la población ocupada en actividades de elevada cualificación (54,5%) supera al que poseen respecto a la población total».
Los robots y los trabajadores en China producen la mayoría de los productos manufacturados que compran los españoles , y las industrias de alta tecnología que impulsan la economía actual no tienen mucha necesidad de la mano de obra barata que las comunidades rurales contribuyeron al pasado industrial . En su mayoría necesitan trabajadores altamente formados y Los encuentran más fácilmente en las grandes ciudades, no en los pueblos pequeños.
Existen diversos informes en España, que identifican planes para abordar las necesidades del medio rural: iniciativas de capacitación y educación de TI , impulso de financiación a pequeñas empresas, banda ancha, etc. `y algunos sabiamente, sugieren que los esfuerzos debe elegir sus objetivos con cuidado. Es mejor enfocarse en lugares de tamaño mediano que tienen alguna infraestructura crítica, en lugar de dispersar la asistencia en todo el paisaje.
Las compañías innovadoras eligen ubicar dónde están otras compañías exitosas e innovadoras. Ahí es donde pueden encontrar muchos trabajadores altamente calificados, las Universidades deben alinearse con el territorio, si bien No todos los municipios pueden ser centros tecnológicos, ni deberían serlo » Aceptar que algunas de estas comunidades morirán también requiere reconocer el sufrimiento que conlleva su final “
La llamada «Nueva Normalidad»
La conquista de la «nueva normalidad», expresión preocupante donde las haya, quizás pase por el regreso a lo esencial, el retorno a aquellos valores inmutables, a los que
tanto tiempo llevamos dando la espalda, en aras de una modernidad pésimamente entendida y peor administrada.
En la Quinta Regla de la Primera Semana de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús dice: «En tiempo de desolación nunca hacer mudanza». Claro que el bueno de Ignacio nunca conoció una desolación parecida a la que el COVID está suponiendo para una sociedad planetaria, que arrogante y temeraria llevaba décadas en una huida desenfrenada hacia adelante, abandonando, cuando no despreciando, aquellos valores estructurales, que nos permiten afianzar y consolidar cualquier avance.
La pandemia nos está demostrando la fragilidad de nuestra arrogancia y hasta que punto la altanería con la que transitábamos por el siglo XXI, tiene los pies de barro. El COVID está poniendo boca abajo nuestros modelos sociales, económicos, laborales, o educativos, hasta el punto que la historia de la Humanidad se podrá estudiar antes del coronavirus y después del coronavirus, porque no parece que quepan muchas dudas, de que nada volverá a ser igual.
Es cierto que nuestras sociedades han vivido grandes turbulencias históricas, siempre tratando de cambiar todo para que nada cambie, sin embargo el desafío actual nos obliga a la voladura del axioma de Lampedussa, porque o nuestra sociedad cambia, y lo hace profundamente, o se enfrenta a un futuro muy incierto.
La inteligencia combinada con la habilidad manual, la creatividad y la cooperación, han generado progresivamente una poderosa tecnología y una cultura protectora, que han resultado decisivas para el dominio humano del planeta. El hombre ha sido un animal esencialmente creativo y esa reatividad al combinar los tres factores anteriores, le ha dado gradualmente un poder sin igual en el planeta que vivimos. El problema es que desde hace demasiado tiempo hemos cultivado e incentivado un modelo de crecimiento humano cuantitativo y depredador, creyendo que ese patrón no tenía vuelta atrás. Lo cierto es que hasta ahora las sucesivas macro crisis bélicas o económicas, parecían dar la razón a ese modelo; sin embargo, este virus nos está demostrando hasta que punto estábamos equivocados.
Es muy probable que solo superemos esta pandemia aumentando nuestra humanidad y nuestra cultura, mejorando la inteligencia, la moral, la sabiduría y sobre todo recuperando y extremando el respeto y cuidado de la naturaleza de la que procedemos y dependemos.
La victoria en esta pelea no se conseguirá con la depredación y si por la convivencia; la tecnología y la economía, que han sido las herramientas de la primera, deben serlo también de la segunda y para ello, es imprescindible que acertemos a combinar ambas, con un regreso a los valores esenciales que esta crisis está aflorando en entornos no tan urbanos y en actividades relacionadas con la producción de bienes tangibles, olvidados y fundamentales, como los alimentarios.
La pandemia que enferma nuestra salud y ataca nuestra economía, está aflorando otra serie de tensiones, originadas en los desequilibrios económicos, el desarraigo y la confrontación entre valores tradicionales y modernos. Quizás este salto en el vacío que estamos experimentando, sea la oportunidad de replantearnos nuestro modelo de vida buscando la sencillez, la sostenibilidad y la inteligencia. Un modelo en el que la sanidad y la educación públicas y de calidad, el decoro en el cuidado de nuestros mayores, la dignidad de sus pensiones y el cuidado exquisito del medioambiente, deben ser los pilares fundamentales de nuestras actuaciones.
Con nuestro actual bagaje de conocimiento y tecnología, quizás el mayor avance que podamos emprender, sea una combinación de ambos, con esos valores esenciales, donde la humanidad se ha refugiado en tiempos de tribulación y desconcierto. No se trata de un regreso al pasado, sino de combinar todo nuestro bagaje tecnológico, de investigación y de innovación, con esos valores que nos permitan una convivencia justa, a fin de alcanzar un beneficio global como sociedad.
Antes del COVID estábamos viviendo un curioso fenómeno, consistente en el éxodo de las ciudades a los pueblos los fines de semana y puentes, prueba de la bondad que supone vivir en el pueblo y la hartura de vivir en las ciudades, mientras que de forma inexorable, esos mismos pueblos se vacían, poniendo al borde de la desaparición una forma de vida, a la que ahora parece que giramos la mirada con una cierta envidia.
Ya deberíamos haber aprendido, el riesgo tan alto que se asume nuestra sociedad en su apuesta por sectores que no son productivos. El mundo rural permite invertir en productos o servicios perdurables y con menos riesgo. Supone más trabajo a más largo plazo pero también más seguro. Se trata, en suma, de volver a una economía de valores.
Posiblemente el COVID nos haya situado ante el escenario de reconducir la actual desconexión medio rural-medio urbano y de reconciliarnos con nuestro entorno y con nuestras raíces, aterrizando en medidas concretas que nos permitan actuar desde lo local y lo cotidiano; eso pasa por luchar por la defensa de la tierra, la defensa de nuestro medio rural desde el medio urbano, pasa por la soberanía alimentaria, por apostar por una producción local, justa y sana, que mantenga firme la red que nos conecta con nuestros orígenes. De este modo, se generarían cambios automáticos en nuestros modos de vida y consumo, que nos harían más felices al tiempo que serían generadoras y generadores de estabilidad en nuestro medio rural.
Si no somos capaces de entender este trascendental momento, perderemos el tren definitivo, el tren que todavía nos genera un halo de esperanza … Si lo perdemos, el futuro se nos irá complicando aún más, porque como decía Gabriel García Márquez, «No tenemos otro mundo al que podernos mudar».